Por Enrique Cruz
Una de las tareas más importante en la vida de un ser humano es su propio desarrollo enfocado a alcanzar su potencial, es decir, su educación.
Educar al ser humano requiere de la ayuda de los demás. Si bien la educación comienza en la familia, es necesaria la participación decidida y enfocada de la escuela y la comunidad. Sin embargo, la variable más importante para lograr una educación de excelencia comienza con el estudiante, con su actitud, motivación y voluntad de adquirirla.
La educación debe ayudar a desenvolverse, a desarrollarse o construirse física, mental y espiritualmente. La educación debe servir también para integrarse a la sociedad y ayudar a la transformación positiva de ella. El trabajo en la educación no sólo consiste en adquirir conocimientos, habilidades, actitudes y valores, sino fundamentalmente haber definido para qué se quiere, es decir, deberá haberse definido un modelo de ser humano, de comunidad y de nación.

Con la finalidad de impulsar este proceso se requieren formadores que conduzcan y lideren esta tarea, la más crítica e importante y la de mayor responsabilidad, pues se juega la vida futura de las personas, es decir, la construcción de las mismas. El precio de no hacerlo bien es muy alto, se paga con el fracaso del estudiante y con la correspondiente falla de la comunidad, sociedad o país. Pero, como se indicó antes, la tarea de educar no puede descansar sólo en la escuela, sino que depende además del trabajo colaborativo de la familia y la comunidad.
La situación actual en el mundo y de México en lo particular, donde se mantienen problemas serios de inseguridad, violencia, pobreza, corrupción, impunidad, de trabajo informal, etc., obliga a repensar las habilidades cruciales que debe tener el docente para lograr el cometido de impulsar a los estudiantes a desarrollar su potencial, pues habrá que enfrentar antes los extraordinarios retos que imperan ahora en las escuelas, entre los que destacan: la drogadicción, la violencia, el ausentismo, la reprobación, el rezago escolar, la convivencia dentro del aula y en la propia escuela, etc.
El docente tiene que enseñar al grupo a hacer juicios fundados, a reflexionar, a pensar educadamente (como lo decía un profesor) y a encarnar lo que se está aprendiendo, con la finalidad que sus experiencias vayan forjando el carácter necesario para lograr los fines que se ha propuesto.
Pero nada de lo anterior se puede lograr sin liderazgo de los integrantes, sin el diálogo cercano y el contacto personal uno a uno entre docente y estudiante.
Con el fin de materializarlo, es necesario que los docentes desarrollen fuertes habilidades de liderazgo para realizar los cambios requeridos, pues el docente tiene como misión que sus estudiantes aprendan a aprender, así como impulsar los cambios cognitivos, emocionales o actitudinales fundamentales enfocados a iniciar un proceso de transformación profunda, que sin duda se necesita y que los conduzca a alcanzar su bienestar y sus propios objetivos.

Para ello, es necesario que el docente pase de enseñar contenidos a enseñar procesos, de enseñar a memorizar a enseñar a pensar, de controlar a responsabilizar, de compartir información a desarrollar creatividad, de pasividad a participación, de lo individual a lo colectivo, de sólo poner énfasis en lo mental a cuidar lo integral, etc. Considero que estos son los cambios que requiere la educación actual, por lo cual es imperativo impulsar el liderazgo en el aula.
Así, se tiene que asegurar que en cada salón exista un docente con estas características y que ayude a formar estudiantes líderes, no seguidores. Que se perciba como agente de cambio, que tenga conciencia del impacto que tienen en sus estudiantes su actitud y sus valores, su confianza y empatía, así como su comunicación para lograr impulsar la transformación a la que se aspira. El docente debe poner el ejemplo, no sólo con lo que dice sino especialmente con lo que hace.
El docente debe tener una visión muy clara de lo que se pretende lograr, de los objetivos o metas de la educación y el poder de influir positivamente en sus estudiantes para lograrlos. Necesita también estar consciente de la magnitud del reto que enfrenta, ya que ellos pueden diferir significativamente en pensamientos y sentimientos, esperanzas y sueños, necesidades y temores, metas y ambiciones, así como en fortalezas y debilidades.
Como líderes deben ser capaces de transformar la visión en realidad, es decir, lograr los cambios esperados. Lo anterior, como señala Grados, se manifiesta en la propia capacidad de guiar, motivar, conducir y convencer al grupo enfocado a obtener la meta que satisfaga a éste.
Por tanto, la función sustantiva de los líderes en las aulas consiste en facilitar la motivación, orientar y relacionarse con sus estudiantes, así como definir, proponer y lograr las tareas y objetivos.
Para motivar a una persona, se debe realizar algo que lo haga sentir bien, que mejore su autoestima, pero sobre todo que lo ayude a sentirse comprometido con lo que hace. Para hacerlo se requiere comunicarlo de forma eficaz y sobre todo encarnar este compromiso, ya que el núcleo de su exigencia debe situarse en el propio docente.
Eileen McEntee señala que para ser un buen comunicador se requiere tener credibilidad, saber escuchar, conocer a su auditorio, así como saber el tema y también como tratarlo. Además de ello, debe saber leer el comportamiento no verbal de su público y diseñar cuidadosamente el material de apoyo usado en la clase.
El docente también debe educar la voluntad, es decir, enseñar a huir del culto al instante en el que se vive ahora. Debe recordar que la educación da resultados a mediano y largo plazo.
Para facilitar la tarea, un trabajo central del docente en el aula consiste en crear las condiciones bajo las cuales el grupo en cuestión sea efectivo, lo cual lo obligará a usar la ciencia y el arte, la razón y la emoción.
Me pregunto, ¿cómo lograr que más docentes, aún bajo la adversa situación laboral que enfrentan, de manera pronunciada en las comunidades marginadas o rurales, puedan desarrollar habilidades de liderazgo y orientarse a que más estudiantes tengan bienestar y consigan sus metas?
Referencias:
Grados J. (2006). Liderazgo: dinámicas de competencia y cooperación. México: Trillas.




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