Por Enrique Cruz
Las instituciones educativas tienen la función de educar. Esto conlleva una responsabilidad social crucial, pues de ella dependen fuertemente el bienestar de las personas y el desarrollo del país.
Para lograr eficazmente lo anterior se requerirá del liderazgo directivo a nivel de instituciones, puesto que habrá que impulsar cambios que mejoren la calidad del aprendizaje de los estudiantes mediante modificaciones a las prácticas dentro y fuera del aula.
El liderazgo está asociado a la práctica de la mejora educativa, entendida ésta como un incremento tanto de la calidad, como de los resultados obtenidos a lo largo del tiempo.
La evidencia disponible respecto del liderazgo exitoso en el aprendizaje de los estudiantes justifica la siguiente afirmación (Leithwood, Seashore Louis, Anderson y Wahlstrom, 2004):
«El liderazgo es el segundo factor intra-escuela, después del trabajo docente en el aula de clases, que más contribuye al logro de aprendizajes de los alumnos. El efecto del liderazgo usualmente es mayor en establecimientos donde es más necesario para el logro de aprendizajes (por ejemplo, escuelas vulnerables).»

Además, si bien la mejora de la eficacia de los docentes incide en el desempeño promedio de sus respectivos alumnos, la mejora de la eficacia del director incide en el desempeño promedio de toda la escuela. Así, los beneficios potenciales de capacitar al director son fundamentales.
Por esta razón, Fernández señala que las enormes responsabilidades que enfrenta un(a) director(a), como son las económicas, legales, administrativas, pedagógicas, de seguridad, etc., hace que su capacitación sea indispensable. Así, plantea lo siguiente:
- ¿Cómo abandonar la gestión de la enorme cantidad de centros, alumnos, inversiones, en manos inexpertas?
- ¿Cómo exponerse a una gestión deficiente?
- ¿Cómo confiar en el voluntarismo de la persona que dirija?
Por ello Fernández señala que un “pago” para los directores sería facilitarles la capacitación específica que disminuya tensiones en el trabajo, que reduzca la ansiedad provocada por lo desconocido, que aporte seguridad, y por tanto, satisfacción por la labor realizada.
Por estas razones, el desarrollo profesional del director resulta crucial para ejecutar las tareas que se derivan de su función, puesto que tiene la responsabilidad de que las cosas sucedan dentro de la institución.
El director debe estar consciente que el reto consiste en superar el trabajo realizado el día anterior y que las soluciones no llegarán de afuera, sino que deben generarse adentro. Su trabajo es construir el cambio, dando respuestas específicas a los retos concretos que se enfrenten y considerar al profesor como actor, no como empleado.
Por ello será necesario un equipo de trabajo sólido, asegurándose que exista coherencia entre el diseño y la actuación, teniendo una gestión prospectiva, reconociendo cómo está la institución y cómo se desea que esté.

Para realizar lo anterior, el director debe considerar la diversidad dentro de la institución, tanto la de alumnos como las personas que laboran ahí. Por ello será imperativo que desarrolle sus habilidades y logre ejercer un liderazgo transformador y distribuido, pues deberá extraer lo mejor de cada integrante, colaborar y compartir decisiones.
En la perspectiva de liderazgo transformador el líder ejerce una influencia sobre los demás, fortaleciendo la relación y la cercanía entre ambos, con una visión motivadora, elevadas expectativas sobre el desempeño y trasmitiendo confianza en la capacidad de cada uno de ellos de alcanzar las metas.
En la perspectiva del liderazgo distribuido se enfatiza la colaboración, promoviendo la participación de toda la comunidad, el trabajo en equipo de los maestros y fortaleciendo las decisiones compartidas.
Así, se deben desarrollar las visiones y misiones tomando en cuenta las necesidades y aspiraciones de las comunidades a las que sirven. Este proceso debe basarse en el deseo firme y sincero de hacer una diferencia positiva en sus respectivas comunidades. Aparejado a ello, se deberán crear las estructuras que logren la participación, definir las metas y comunicarlas eficazmente a toda la comunidad, con el fin de hacerla corresponsable de educar a los estudiantes.
Con la finalidad de lograr lo anterior, la comunidad educativa, guiada por el director, debe comprometerse con el propósito de materializar las metas institucionales que se establezcan. El liderazgo del director es fundamental para iniciar, estimular y sostener el cambio en la institución y debe ser capaz también de articular las estrategias que se hayan definido para guiar el trabajo escolar y motiven tanto a docentes como estudiantes a conseguir los aprendizajes necesarios.
Como el tiempo del director suele estar muy limitado debido a las múltiples funciones que realiza, es fundamental construir un equipo de trabajo con los conocimientos, habilidades y actitudes necesarias e impregnarlo de una mística de trabajo, espíritu colaborativo, sentido de comunidad y orientado a la búsqueda de la excelencia. Su tiempo debe emplearse prioritariamente en dar seguimiento a los planes de mejora, enfocando su esfuerzo en lo pedagógico, que debe ser su tarea más significativa. Para ello se deben definir las estrategias que impulsen cambios principalmente en los aprendizajes alcanzados, estableciendo retos con diferente temporalidad, a corto, mediano y largo plazo.
Los procesos de mejora en las instituciones se inician con información, la cual se puede conseguir observando las clases, revisando la claridad y el rigor con el que se imparten ellas, el clima que impera dentro de las mismas y particularmente identificando las necesidades de los alumnos. Debe observarse también cómo ocurre la interacción, la participación y la evaluación en las clases, qué habilidades, actitudes y valores se están desarrollando y tener información acerca del ausentismo, la deserción y la graduación entre otros factores.
Si bien serán varios los aspectos que se deben mejorar, el desarrollo profesional de los maestros debe ocupar un lugar central, así como los procesos dentro del aula y los resultados obtenidos por los estudiantes. Además se deben crear los instrumentos para medir el grado de avance en los aspectos que se pretendan mejorar o lograr.

Todo lo anterior buscar cambiar patrones de pensamiento y comportamiento a través de la comunicación y colaboración, en aprender de los resultados obtenidos y ayudarse mutuamente en este proceso. Como el aprendizaje no tiene límite superior, siempre será posible seguir mejorando.
Así mismo, el director debe identificar con claridad lo que aporta cada miembro del equipo a éste y particularmente usar eficazmente el talento y potencial de cada uno de ellos, buscando apoyar a equipos y personas que sugieran alguna innovación o iniciativa enfocada a la mejora.
El director también debe aprender cuándo y cómo recurrir a la autoridad formal de una manera positiva y constructiva, además de fomentar un sentido de pertenencia a la institución por parte de sus integrantes.
Por su parte, la estructura escolar debe promover la socialización y la evaluación continua de los participantes con la finalidad de identificar los rangos de mejora y fomentar una cultura real de aprendizaje que facilite que los trabajadores puedan enfrentarse exitosamente a situaciones que requieran respuestas ágiles, como es necesario en los tiempos actuales.
Referencias:
https://www.redalyc.org/pdf/551/55114063003.pdf
https://www.ugr.es/~recfpro/rev61COL6.pdf
Macgregor J. (1978). Leadership. Harper Periannal. USA, New York



Deja un comentario